Origen
La palabra ARA proviene del latín: ara o araus, que se traduce como Altar o Piedra de Sacrificios.
A su vez, se define ALTAR como piedra, mesa, o monumento religioso dis-puesto para inmolar a la víctima y ofrecer el sacrificio.
Puede describirse un altar como una estructura elevada sobre el nivel del piso, dedicada a algún culto, sea éste en forma de ofrendas, sacrificios, o plegarias.
Su estructura puede ser sencilla, y su construcción improvisada, o bien puede tratarse de una construcción soberbia con pretensiones de eternidad, pero en cualquier caso, es la forma que ha tenido el hombre, desde sus épocas más remotas, de manifestar su fe y su esperanza; el lugar que representa lo que venera, lo que respeta, o lo que considera superior a él.
Según refiere Heródoto, los egipcios fueron los primeros que erigieron altares a sus deidades. Posterior-mente, todas las culturas lo hicieron, destacándose que los judíos, e igualmente sus vecinos paganos, edificaban dos clases de altares: uno para el ceremonial y el incienso, que ubicaban dentro de sus templos, y otro para el sacrificio y holocausto, que erigían en campo abierto, al aire libre, en el frente del templo.
Mucho antes que ellos, casi todos los pueblos prehistóricos edificaron altares, realizando en ellos sacrificios de todo tipo, incluyendo los de seres humanos.
Para la Masonería, y según el diccionario masónico, Ara es la mesa consagrada para recibir los juramentos y promesas, y depositar en ella el libro de la ley y los atributos del grado en que se trabaja.
El Ara es el artículo más importante y más sagrado del mobiliario del salón de una logia. Si bien el ritual de iniciación hace referencia al Ara triangular de los juramentos, su forma puede variar, predominando básicamente dos modelos:
La forma cúbica de tres pies de alto, como la que vemos en nuestro templo, inspirada en la que adornaba primero el Tabernáculo, y luego el Templo del Rey Salomón, cuyas caras señalan los cuatro puntos cardinales, simbolizando para algunos, las cuatro estaciones, para otros los cuatro elementos de la naturaleza, y para otros, los cuatro principios fundamentales (que a veces se inscriben, uno en cada cara): querer, callar, saber y osar.
O bien la forma de un prisma de base triangular (como la que presenta nuestro templo vecino) tomada de los antiguos Druidas, cuyas caras miran respectivamente al oriente, al norte, y al sur.
Rito de York vs. Rito Escocés Antiguo y Aceptado
A diferencia del Rito de York, en que el Ara se ubica en el centro del templo, en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado está ubicada a los pies del Oriente, frente al trono del Venerable Maestro, sobre el pavimento de mosaicos.
Habiendo explicado su definición, su evolución en la historia, su descripción física y su ubicación en nuestros templos, pasemos a analizar lo medular de su concepto, que es su simbolismo.
Los ingleses han definido a la Masonería como la ciencia de la moral, velada por alegorías, e ilustrada con símbolos. Los símbolos son tan antiguos como el hombre, y han sido expresión manifiesta de los primeros destellos de inteligencia.
El Ara o Altar nos prescribe la equidad con que debemos tratar a nuestros semejantes, y en particular a nuestros HH.·..
Pero también, en éste lugar, simboliza al espíritu y a la razón. Apoyada sobre el compás, observamos una escuadra.
Al igual que la anterior, es una antigua herramienta recibida de la orden de constructores, con un riquísimo significado simbólico.
Está formada por 2 líneas: la perpendicular y la horizontal, formando un ángulo recto, como la línea del deber de la que el buen masón nunca debe apartarse.
En su ubicación en el Ara, simboliza también al instinto, o a la materia…La disposición de la escuadra sobre el compás no es un hecho baladí.
Por el contrario, simboliza que la materia, el instinto, la ignorancia, están dominando la inteligencia, el espíritu y la razón, situación desfavorable que el aprendiz, con su trabajo, debe procurar revertir.
De modo que sobre el Altar encontramos presentes lo que se conoce como las Tres Grandes Luces de la Masonería: el Libro de la Ley, el compás y la escuadra, las cuales representan la sabiduría del G.·.A..·.D.·.U.·., el espíritu y la materia.
Junto a ellas, tenemos las llamadas tres luces menores, representadas por un candelabro con 3 lámparas, encendidas por el portador de la luz que descendió del Oriente.
Nos indican los puntos principales que marca el sol en su recorrido: dando origen a un nuevo día, al alcanzar su plenitud, y en el ocaso.
Su simbolismo puede ser tan amplio y varia-do como aprendiéramos hace pocos días en relación al trazado acerca del ternario.
Sin embargo, existe un mayor consenso en aceptar que estas tres luces menores simbolizan la fe, esperanza y caridad, llamadas también las virtudes teologales.
Por último, observamos sobre el Ara, un ejemplar cerrado de la Constitución de la Gran Logia, texto que contiene las normas que regulan el funcionamiento armónico de la Orden, las que todos hemos prometido respetar…
En síntesis
Sobre el Altar, que nos liga con el Principio Creador, tenemos representadas la sabiduría del G.·.A.·.D.·.U.·., el espíritu y la materia, iluminados por las tres luces menores, que llevan a esos símbolos fe, esperanza y caridad, conformando sobre el Ara la síntesis de la perfección que anhelamos alcanzar.
Es así que al medio día, cuando nos disponemos a iniciar los trabajos y el Ara se presenta como la hemos descrito, con los HH.·. al orden, despojados de metales, y a cubierto, el H.·. Seg.·. Vig.·. nos indica que “todo está justo y perfecto”.
Para finalizar, quisiera desarrollar algunas reflexiones referentes a los vínculos interactivos que en relación al Ara, realizamos en nuestros trabajos.
Fueron éstos, sin duda, los que acicatearon mi curiosidad, estimulándo a profundizar en su estudio a fin de lograr comprenderlos.
Es indudable la importancia del Ara dentro del Templo. Hacia allí se dirigen todas las miradas, tanto del Oriente como del Valle.
Es allí donde realizamos nuestras promesas y juramentos. Es en torno al Altar, que formamos nuestra cadena de unión. Cada vez que pasamos delante del Ara, saludamos.
No es un hecho muy común que el ser humano salude o reverencie un objeto inanimado. Marca indudablemente un gran respeto por lo que el objeto simboliza.