
El solsticio de invierno y masonería; Una chispa de luz en medio de tanta oscuridad
Confieso algo antes de empezar. Hasta hace poco, cuando alguien hablaba de Solsticio de Invierno y Masoneria, solo pensaba en capas y velas.
También pensaba en personas hablando en latín. ¿Te pasa? Pues prepárate para descubrir que, detrás de todo ese misterio, hay algo sorprendentemente… humano.
Porque este momento, cuando el Sol parece rendirse por más horas, esconde un ritual muy bello y esperanzador del año. Y no, no tienes que ser masón para sentirlo.
¿Qué tiene el solsticio de invierno que atrapa hasta a los masones?
¿Te ha pasado que te sientes raro a final de año? Como medio triste, medio nostálgico, con ganas de meterte bajo las mantas y desaparecer del mundo. Pues eso también le pasaba a civilizaciones de hace miles de años. Y no se escondían, lo celebraban.
Los masones, que heredan muchas tradiciones antiguas, ven el solsticio de invierno como el momento en que la oscuridad llega a su fin. Pero el Sol comienza su regreso. Un ritual de luz que dice: “tranquilo, lo peor ya pasó”. ¿A que suena bonito?
Entre velas, símbolos y mucho silencio
En las logias, durante este solsticio, se apagan las luces. Literalmente. Y luego se van encendiendo una a una, como si cada chispa fuera un recordatorio: la oscuridad nunca gana del todo.
A mí eso me llega. Porque más allá del rito, hay verdad: todos tenemos momentos así, de sentirnos apagados. Y a veces, solo necesitamos que alguien (o nosotros mismos) encienda aunque sea una velita.
Ritos ancestrales, vino caliente y alguna carcajada
Te va a sonar loco, pero el solsticio de invierno y masonería también tiene algo de fiesta. En serio. Desde los romanos con sus Saturnales (vino, comida y libertinaje total) hasta los pueblos nórdicos celebrando el Yule encendiendo troncos y contando historias junto al fuego.
Y aquí es donde entra mi parte favorita: los masones rescatan ese espíritu. En algunas logias se hace cena, se canta, se brinda. Porque sí, la introspección está bien, pero el calor humano lo es aún más.
Una vez, pasé una noche de solsticio sola. Preparé mi cena favorita y me envolví en una manta suave. Encendí tres velas para crear un ambiente especial. No sé si fue mágico o casualidad, pero dormí como hacía semanas, no dormía.
¿Y si el solsticio fuera tu brújula interna?
No tienes que ser masón para conectar con esto. Yo no lo soy.
Pero entendí que este día es como un checkpoint espiritual: ¿en qué punto estás? ¿Qué parte de ti necesita renacer? ¿Qué quieres dejar atrás con la noche más larga del año?
Respira. Piensa. ¿Qué necesitas soltar? ¿Qué quieres que regrese con fuerza?
La masonería como espejo simbólico
Ahora bien, ¿por qué le dan tanta importancia los masones? Porque su universo está construido sobre símbolos, ciclos y el trabajo interno. Solsticio de Invierno y Masoneria es como ese recordatorio en la pared que dice: “no olvides quién eres, ni hacia dónde vas”.
Y lo hacen con símbolos que no son meramente decorativos. La luz, la oscuridad, las columnas, el silencio… Todo está ahí para que el iniciado (y el curioso también) encuentre su camino. O al menos empiece a buscarlo.
Un ritual pequeño puede tener un efecto enorme
¿Y si este año hicieras algo diferente? En vez de solo poner el árbol o correr al centro comercial… ¿y si te detienes una hora?
Apagas todo, prendes una vela, piensas en ti. Sin juicio. Solo estar.
Una vez lo hice y terminé llorando. Pero fue de esos llantos buenos, de esos que limpian.
Al final, escribí en un papel: “voy a confiar en la luz, incluso cuando no la vea”. Y lo guardé en mi cartera. Todavía está ahí.
No se trata de magia. Se trata de ti.
Solsticio de Invierno y Masoneria no son un truco arcano para elegidos. Son herramientas.
Mapas. Momentos. Son una excusa hermosa para mirar adentro, para mirar al otro, para encender lo que parecía apagado.
Y aunque no pertenezca a ninguna logia, siento que, cuando el sol se queda quieto en el cielo, una parte de mí también se detiene. Y se escucha.
Un secreto a voces bajo la noche más larga
Si llegaste hasta aquí, déjame decirte algo: ya participaste en tu propio ritual. Reflexionaste, sentiste, te cuestionas te. Y eso, querido lector, es todo lo que hace falta.
La próxima vez que veas el cielo oscuro en diciembre, recuerda: no estás solo. Y esa oscuridad es solo la antesala de algo más brillante. Porque así funciona la vida… y el universo también.