Los Planetas y la Masoneria; Danza cósmica entre símbolos y conciencia
¿Alguna vez te has preguntado qué tienen en común Los Planetas y la Masoneria? Quizás no lo parezca a simple vista, pero hay una conexión profunda, simbólica y francamente hermosa entre ambos.
No es solo una coincidencia poética. Es un lenguaje oculto, un mapa en el cielo. Cada estrella, cada órbita y cada rayo de luz tiene un eco en el templo masónico. Y, ¿por qué no? También lo tiene dentro de nosotros.
Prepárate, porque este no es un artículo tradicional. Es un paseo entre constelaciones, símbolos, tropiezos y despertares. ¿Listo para mirar al cielo con otros ojos?
Los Planetas y la Masonería; mucho más que astrología o astronomía
Primero, hagamos una pequeña pausa técnica (tranquilo, no te duermas): la Astronomía estudia los movimientos de los astros. La Astrología se centra en sus influencias simbólicas.
Los Planetas y la Masoneria traviesa y sabia, abraza a ambas. ¿Por qué? Porque no le basta con mirar las estrellas: quiere entender qué nos dicen, cómo vibran con nosotros y qué nos enseñan sobre nosotros mismos.
La logia, en sí, es un reflejo del cosmos. Y esto no es una exageración: el templo se construye como un microcosmos.
Se extiende del nadir al cenit. El punto de origen, el Ara, es el centro energético. El Sol, con su viaje diario, se convierte en una metáfora perfecta de nuestras propias luces internas: amanecer, plenitud, ocaso.
Oficiales masónicos, planetas y el teatro celeste
Una de las cosas que más me emociona de todo esto es cómo la Masonería convierte a los planetas en personajes vivos. Es como un teatro simbólico. Mira esta maravilla:
- El Venerable Maestro encarna al Sol, símbolo de ciencia y verdad (¡nada menos!).
- El Primer Vigilante se asocia a Neptuno, ese planeta etéreo que susurra evolución y purificación.
- El Segundo Vigilante, firme como una roca, es Urano, planeta de estabilidad.
- Y así, cada oficial tiene su planeta gemelo: Venus, Saturno, Marte, Júpiter… incluso la Luna está en el Maestro de Ceremonias. Nos da descanso y memoria.
¿No es hermoso? Es como si el universo nos estuviera contando un cuento iniciático, y nosotros, humildes lectores, fuéramos parte del guion.
Las constelaciones también tienen asiento en el templo
Encima de cada una de las doce columnas del templo están los signos zodiacales… ¡y no están puestos al azar! Cada signo, desde Aries hasta Piscis, representa una virtud, una dirección, un hermano. Y además, se adaptan según el hemisferio en el que se encuentre la logia.
Sí, en serio. ¡Esto es precisión celeste con alma!
Por ejemplo:
- Aries inspira voluntad en el Secretario.
- Sagitario encarna la organización en el Maestro de Ceremonias.
- Piscis, por su parte, trae obediencia y paciencia al Ex Venerable Maestro.
Cada uno con su brillo propio, como nosotros. ¿No te resuena esa sensación de que todos orbitamos alrededor de algo en común, pero cada uno desde su rincón?
La Rueda de la Fortuna y el yo-yo cósmico masónico
Ahora, pongámonos un poco más metafóricos (que nos encanta): imagina un yo-yo. Sí, ese juguete.
Eso es el cuadro de grado. Se expande, se contrae, marca los límites del templo y del alma. Es el fractal de la consciencia: donde cada oficial gira, no por capricho, sino porque busca su centro, su luz interna.
Y en el centro… está la tolerancia. No como un concepto rígido, sino como un lazo de unión suave y firme, casi amoroso. Esa cuerda invisible que nos conecta, que hace que se sienta cuando falta un hermano en la Tenida. Porque en la Masonería (como en la vida), cada uno aporta una visión irrepetible de la Verdad.
Y aquí entra la Rueda de la Fortuna con sus ocho radios simbólicos. No hay infinitos caminos, pero sí muchos significados. Cada radio es una función, una perspectiva, una lección.
El tiempo masónico también vibra con los astros
Algo que me sorprendió la primera vez que lo escuché fue esto. El trabajo del aprendiz masón comienza a las 12 del día.
Termina a las 12 de la noche. ¿Por qué? Porque esas horas marcan la belleza, esa tercera luz sutil que surge entre la sabiduría del amanecer y la fuerza del cenit.
Además, no olvidemos los equinoccios y solsticios. No son solo fenómenos astronómicos; en la logia, son eventos sagrados. El equilibrio del día y la noche, la
luz más larga y la más corta… todo tiene una resonancia esotérica. Todo nos recuerda que somos parte de una danza que comenzó mucho antes de que entendiéramos el tiempo.
Un templo bajo la bóveda celeste (y dentro de uno mismo)
Al final del día, el templo está coronado por la bóveda celeste. Ese infinito que no podemos tocar, pero sí contemplar. Ahí, donde se dibujan nuestros ideales, nuestras preguntas más profundas. Ahí donde cada uno busca —a su manera, con sus tropiezos y su historia— alcanzar la gloria al lado del Gran Arquitecto del Universo.
Y tú, ¿te has detenido alguna vez a mirar hacia dentro con la misma curiosidad con la que miras el cielo?
Cuando el cosmos y el corazón se dan la mano
Los Planetas y la Masoneria no son un juego simbólico sin sentido. Son un recordatorio de que somos parte de algo más grande.
Nuestras acciones tienen ritmo, ciclo y brillo. Podemos ser Urano, Neptuno o el Sol. Todo depende de trabajar nuestro interior con verdad, belleza y fuerza.
Y si alguna vez te sentiste perdido o desconectado, recuerda esto: el universo gira contigo, y cada estrella también puede estar dentro de ti.
¿Y tú, qué astro sientes que te representa hoy?