Sexto Brindis Masonico – Lo Que Nadie Te Contó

Sexto Brindis Masonico

Alma de un brindis masónico

Hay algo profundamente conmovedor en el momento en que el Venerable Maestro pronuncia con solemnidad: “¡Hermanos, en pie para los siete brindis!” Y justo ahí, entre el sexto y el séptimo, se abre un pequeño portal: el Sexto Brindis Masonico tan cargado de simbolismo, que uno no puede evitar preguntarse:

¿A quién estamos honrando cuando elevamos nuestra copa? ¿Y por qué importa tanto ese instante?

Yo no siempre lo supe. La primera vez que viví un ágape masónico, confieso que estaba más pendiente del vino que del rito (¡mea culpa!).

Pero con los años y los libros, y sobre todo al escuchar a los hermanos mayores, entendí que en cada brindis hay más que protocolo. Hay alma. Hay historia. Y, sobre todo, hay un mensaje que nos conecta con algo mayor que nosotros mismos.

Origen sagrado de un gesto cotidiano

Puede parecer trivial hoy, pero el brindis viene de muy lejos. Mucho antes de que se sirvieran copas en los banquetes masónicos, ya se alzaban cálices en rituales ancestrales.

¿Sabías que brindar era originalmente un acto de sacrificio?

Así es. En tiempos antiguos, el vino representaba la sangre de la Tierra. Un símbolo poderoso que se ofrecía a los dioses como agradecimiento o súplica: por las cosechas, por la paz, por la vida.

Era un diálogo con lo divino.

Con el paso del tiempo, ese gesto evolucionó, quizá se “domesticó”. Ya no era solo para los dioses del Olimpo.

También era para la salud de los recién nacidos. Era para el bienestar de las comunidades y el amor en los matrimonios. Pero el alma del gesto seguía ahí: la intención de honrar.

De las antiguas liturgias a la mesa masónica

En la tradición masónica, el ágape no es un simple banquete. Es una celebración sagrada.

Es, en muchos sentidos, una Eucaristía simbólica. Un momento para unirnos como Hermanos. Nos unimos bajo la luz del G∴A∴D∴U∴ y del compromiso con el Arte Real.

Y es en ese marco que los siete brindis obligatorios encuentran su lugar. Cada uno tiene su razón de ser, pero es en el Sexto Brindis Masonico donde la cosa se pone particularmente interesante…

El Sexto Brindis Masonico; Un tributo a la Tierra

El sexto brindis no es uno cualquiera. Es el momento en el que la copa se eleva por nuestra Tierra.

No solo como planeta, sino como símbolo:

  • De nuestro origen,
  • De la materia prima con la que el aprendiz trabaja su piedra bruta,
  • Del ciclo eterno de vida, muerte y renovación.

Es imposible no emocionarse cuando uno lo comprende de verdad. Yo, por ejemplo, lo viví distinto después de ver a mi hija plantar un árbol en el jardín.

Ese gesto simple me hizo entender cuán profunda es nuestra relación con la Tierra.

Y brindar por ella es recordarnos que sin ella no hay templo, no hay columnas, no hay nosotros.

¿Por qué es tan especial este brindis?

Porque es uno de los pocos momentos en que la masonería se expresa sin máscaras, sin alegorías complejas, sin jerga críptica. Es un acto simple, puro y directo. Un agradecimiento sincero a la madre que nos sostiene.

¿Te lo habías planteado así alguna vez?

Ritos, palabras y gestos; Lo que sí importa (y lo que no tanto)

Ahora bien, no todos los brindis tienen la misma forma. Algunas logias usan fórmulas militares, que vienen de logias napoleónicas. Otras prefieren cantos antiguos. Sí, esos poemas de Anderson que casi nadie entiende, pero todos respetan.

También hay logias que inventan sus propios versos. Como aquel precioso brindis de la logia Manuel Iradier:

¡Viva la tierna amistad, causa de nuestra alegría!

¡Que viva la masonería!

¡Y que viva la franca hermandad!

Confieso que me emociona cada vez que lo escucho. Tal vez porque me recuerda que este viaje iniciático no lo hacemos solos.

Brindis libres; Entre el sexto y el séptimo, la magia ocurre

Los brindis libres son ese momento inesperado donde la emoción irrumpe en el protocolo. Pueden ser dedicados a un hermano querido, a un invitado, o a una logia hermana. Y aquí ocurre algo precioso:

Se permite la espontaneidad.

El humor.

La lágrima.

La gratitud.

Y es justo aquí —sí, justo entre el Sexto Brindis Masonico y el séptimo brindis— donde se encuentra esa puerta secreta a lo humano.

Ahí el corazón habla.

Y cuando eso pasa, el vino sabe distinto.

El brindis del Retejador: el cierre más noble

Después de todos los brindis rituales, llega uno que a mí me eriza la piel cada vez: el brindis del Retejador.

En silencio.

Con respeto.

Y con la voz de un hermano que recuerda a los que están lejos, sufren, o ya partieron al Oriente Eterno.

¿Quién no ha tenido un Hermano al que le gustaría dedicar este brindis en silencio?

¿Por qué brindamos?

Brindamos porque necesitamos recordar.

Porque nos une un propósito.

Brindamos porque hay cosas — como la Tierra, la fraternidad, la memoria — que no deben darse por sentadas.

Y sobre todo, brindamos porque lo sagrado también se celebra con vino en la mano y corazón abierto.

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